En este caso, se aprecia un disco crudo, con el sonido desgarrador y potente de los White Stripes, con fuerte hincapié en el minimalismo de su música. Hay un muy interesante mix de distorsión y sutileza con buenos arreglos, evitando quedarse solo en el rock de garage. Se valora la versatilidad para pasar de un estilo a otro. Desde el momento que abre el disco con “Let’s shake hands” y “Black math”, se aprecia que no van a ir con muchas vueltas. Los clásicos como “Blue orchild”, Jolene”, “Icky thump” (¡que buen tema para escuchar en vivo!) o “I just don’t know what to do with myself” suenan frescos y contundentes. El blues lleno de adrenalina de “Ball and biscuits” se combina con la cálida “We are going to be friends” en saltos que solamente una banda excelentemente ensamblada puede hacer. «Fell in love with a girl» empieza en un tono similar a la muy buena (re) versión de Joss Stone pero retoma la potencia de las cuerdas de Jack y ese epítome de «corrección con onda», hecho mujer y música, que es Meg White en batería. No será Ginger Baker, John Bonham o Keith Moon pero es contundente y efectiva como pocos.
El álbum cumple la función de llenar el vacío que había en la carrera del dúo en tanto ausencia de discos en vivo y calmar un poco la ansiedad de los fans. Desde la salida del buen “Icky Thump”, no hubo novedades de ellos (salvo el supuesto video sexual de Meg y su posterior diagnóstico de ansiedad) y la hiperactividad de “el señor Blanco” en cada oportunidad que tuvo, llamese tema de James Bond, bandas paralelas y el muy buen «It might get loude», el documental que protagonizó con Jimmy Page y The Edge (https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2010/04/seis-cuerdas-de-celuloide.html).