
Después de los 90 menemistas, el egoísmo se convirtió en moneda común. Yo, yo y yo y el otro, que se cague. Los valores de la solidaridad y la unión quedaron fuera.
Al decir Fito Paez que con el 0-800 para denunciar «actividad política» en escuelas de la ciudad de Buenos Aires los dirigentes del PRO hubieran sido «buchones» y «entregado gente» durante la última dictadura, pone el dedo en la llaga de una cuestión muy interna de cada uno. El valor, la lealtad, la traición y el respeto a la idea del otro.

Al fin y al cabo, ¿no es eso una panacea de un argentino medio promedio? Ese es el prototipo de “hombre común” que tanto denostaba Fernando Peña. Garca, acomodaticio, y defensor de un statu quo que nunca pondrá en discusión –aunque lo perjudique- pero no sea cuestión que me saque de lo que ya conozco. Lo que sucede, conviene, ¿no?
No me voy a poner a defender a la Cámpora pero poniéndome en “abogado del diablo”, pregunto: ¿puedo llamar al 0-800 y denunciar que mi generación y un par más han tenido el cerebro lavado a las que se le enseñó que La Campaña del Desierto fue una epopeya, que el Descubrimiento de América nos trajo «la civilización», que los «indios eran los malos y los blancos los buenos… Digo, porque parece que siempre molesta que se pongan en duda ciertos «conocimientos».
Por otra parte, la buchonería es el señalar, apuntar con el dedo a aquél otro, con el que yo no me quiero juntar, que recuerda a ciertas teorías lombrosianas aplicadas en la Europa de los 30, con resultados no muy auspiciantes.
¿Qué pasa ahora que tenemos una sociedad buchona? Si, porque es egoísta, y al que no le gusta, que no joda. Si alguien señala esto, se pone en evidencia el nivel de egoísmo generalizado. Hoy veo que, con el verso de la “crispación” y la “confrontación”, vale lo mismo un burro que un gran profesor y todo se deja pasar porque “no hay que discutir” ni nada parecido. Claro, no hay que perturbar la tan mentada “tranquilidad” pero ¿a costa de qué precio?
Las voces que salieron a cruzar a Paez fueron muy graciosas en su argumentación. Van desde el “drogón”, “pseudo progre”, “pagado por los K”, hasta que “es un artista de cuarta”. O sea, respondieron con agresiones ¡y no con un razonamiento o una explicación! ¡Con las mismas agresiones que se “buchonearían” si vienen del otro lado! O sea, de un lado sería justificable y del otro no? Chicos, a ley pareja, nadie se queja pero la denuncia de la agresión implica una vuelta a la escuela primaria. “¡Seño, me dijeron buchón y no soy buchón!”. La búsqueda de la autoridad que me proteja contra esos otros agresivos y malvados. La adultez y seriedad argumentativa es pasmosa. Se llora y se pide porque sancionen al “desacatado”. Se señala al que oso decir eso que forma parte de nuestro ADN, pidiendo la sanción correspondiente. Frente a todo esto, al dedo acusador de todos aquellos «que no están a la altura del conflicto y que se hacen pis encima como chicos», levanto mi dedo mayor en un gesto que es una editorial en si. Tampoco puedo dejar de olvidar la frase de Miguel Abuelo, “No lloren, crezcan!”